Tecnología al Servicio de la Dignidad Humana: La Doctrina Social de la Iglesia en el Siglo XXI
En un mundo cada vez más dominado por la tecnología, la Doctrina Social de la Iglesia (DSI) ofrece una perspectiva crucial sobre cómo la innovación debe servir a la dignidad humana, y no al revés. La reflexión de María Teresa Compte, doctora en Ciencias Políticas, nos invita a analizar la creciente desigualdad y la potencial explotación que la tecnología puede generar si no se guía por principios éticos sólidos.
La cita de Compte, inspirada en las palabras de Karl Marx, resalta una realidad preocupante: “Un número sumamente reducido de opulentos y adinerados ha impuesto poco menos que el yugo de la esclavitud a una muchedumbre infinita de proletarios”. Esta observación, aunque formulada en el siglo XIX, sigue siendo relevante en el siglo XXI, donde la tecnología, lejos de liberar a la humanidad, puede exacerbar las disparidades económicas y sociales.
La DSI, desde sus raíces en la encíclica Rerum Novarum de León XIII, ha siempre defendido los derechos de los trabajadores y ha promovido una distribución más justa de la riqueza. En el contexto actual, la DSI nos desafía a reflexionar sobre cómo la automatización, la inteligencia artificial y otras tecnologías emergentes pueden afectar el empleo, la privacidad y la autonomía de las personas.
Uno de los pilares fundamentales de la DSI es el principio del bien común. Esto implica que el desarrollo tecnológico debe beneficiar a toda la sociedad, no solo a unos pocos privilegiados. La innovación debe estar al servicio de la salud, la educación, la protección del medio ambiente y la promoción de la paz.
Además, la DSI enfatiza la importancia de la dignidad de la persona humana. Cada individuo es un fin en sí mismo, y no un medio para lograr fines económicos o políticos. Por lo tanto, la tecnología no debe utilizarse para manipular, controlar o deshumanizar a las personas.
En la era digital, la protección de la privacidad se ha convertido en un desafío crucial. La gran cantidad de datos que se recopilan y almacenan sobre nosotros puede ser utilizada para fines comerciales o incluso para la vigilancia masiva. La DSI nos insta a defender el derecho a la privacidad y a exigir transparencia en el uso de nuestros datos.
Finalmente, la DSI nos recuerda que la tecnología es una herramienta, y como tal, puede ser utilizada para el bien o para el mal. Depende de nosotros, como individuos y como sociedad, asegurarnos de que la tecnología se utilice de manera responsable y ética, siempre en beneficio de la dignidad humana y del bien común. La formación en valores y la promoción de una cultura de la solidaridad son esenciales para lograr este objetivo. La tecnología debe ser un instrumento para construir un mundo más justo, fraterno y sostenible, donde todos puedan vivir con dignidad y esperanza.
La tarea que tenemos por delante es compleja, pero no imposible. Con la guía de la DSI, podemos aprovechar el potencial de la tecnología para transformar nuestras sociedades de manera positiva, garantizando que el progreso no deje a nadie atrás.